Musicota.

19 de octubre de 2014

Octubre.

Todavía no se ha demostrado que el tiempo exista, y aún así es quien nos vence tantas veces y cada vez que le da la gana. Tal vez, ahora que es octubre y que todo haya pasado tan rápido, después de casi superar abril y septiembre -y todos y cada uno de los meses que han pasado- sea éste el que te esté dando la oportunidad de ser tú misma en una versión mejorada de ti -pero siempre siendo tú misma.- Realmente, este es el mes en el que más cambios has tenido; es el mes de crecer, de aprender, equivocarse a cada paso y de volver a aprender después de cada caída, de aceptar, de confíar y dejar marchar porque sabes que va a volver, de enseñar, porque alguien habrá que quiera aprender de ti, habrá alguien que quiera quererte y siga haciéndolo incluso después de veintitrés semanas. Octubre quiere dar paso al frío tímidamente y se excusa con un sol más lleno de vida que en pleno agosto, y llena las calles de caras desconocidas, gente que va a ninguna parte y de miradas que no volverán nunca a cruzarse, o sí, quién sabe. Que terminas aprendiendo a dar pasos pequeños pero más firmes que nunca, y que quien te quiere de verdad, te enseña a no decir "no" ni a echarte para atrás sin haber probado siquiera lo que se propone. Y que todas esas vueltas da la vida; empiezas con el pie izquierdo todos los días del mes, hasta que te enseña que aún quedan cosas por aprender, enseñar, aceptar y sobre todo, crecer.

24 de mayo de 2014

¿Tiempo?

El tiempo, qué relativo es el tiempo. Pasa demasiado deprisa cuando no queremos, se nos escapa e intentamos ir detrás sin éxito ninguno; pero cuando intentamos sobrepasarlo, nos atrapa, nos retiene, encierra, ahoga e incluso asfixia, qué lento pasan las situaciones amargas que dejan heridas abiertas, curadas por nadie. A veces un mes se hace pasar por 3. Qué descompensado está todo y qué poco nos damos cuenta. Hace rato que los martes son igual a los viernes, que te has pasado media vida buscando algo que no va a ninguna parte, algo que terminó antes de empezar, y es que hoy se me ha metido un sábado con sabor a domingo en el ojo, cargado de recuerdos, cargado de malos momentos. Y que hace tiempo que el tiempo pasa tan rápido, que no nos hemos dado cuenta de nada. Que las cámaras dejaron hace tiempo de sacar los ojos rojos, que desde hace tiempo sacan las expresiones perfectas que no tenemos, que borrar una lágrima se hace con un simple click, pero supongo que las personas no somos tan diferentes, así que ¿por qué matarnos en guerras? Es el tiempo un traidor que apuñala por la espalda, pero eso no lo entenderá tu vecino de arriba, y seguirá pensando que Franco resucitará y que hay que estar alerta por si vuelve la España roja. Que es esa mini-cárcel la que nos condiciona la rutina, nos implanta normas sin saberlo y las aceptamos como máquinas-del tiempo-que somos. Y hace mucho tiempo que llevaba tiempo queriéndome dar cuenta de lo poco que apreciamos el tiempo.

7 de abril de 2014

Primavera, qué difícil eres.

Estuvimos discutiendo largo rato, volvía a estar desanimada, y triste, pero nada que no hubiera sentido antes. Agaché la cabeza, rendida, y entonces la primavera ya había llegado, pero no me dio tiempo a protegerme, no me dio tiempo a saber estar sola, otra primavera más. Antes de romperme del todo, recuerdo aquella noche de verano; terminamos de hacer el amor y él comenzó a vestirse de espaldas a mí. Yo aún mantenía la esperanza de que el amor volviera a inundarnos como minutos atrás lo había hecho. Pero no lo hizo, y una parte de mí ya sabía que no lo volvería a hacer. Se marchó tras haberme dado el último beso, el que nunca quise que llegara; aquel beso gélido, muerto, ése que anunciaba que ya no éramos.
Ahora ya han pasado ocho meses, las noches siguen siendo largas, pero no me da tiempo a dormir. Ya no hay buenas noches, porque ya no me las das, ya no las hacemos. Porque éramos uno, pero nunca lo entendiste. Y, precisamente, fue el brillo de tus ojos el que hizo apagarme lentamente. Yo, que nunca me rindo, bueno, que nunca me rendía si quería conseguir algo por lo que seguir viviendo. Ajena a todas las advertencias, golpes y heridas, yo seguía con la intención de verte a cada momento, y te hablaba, quedábamos, pero nunca llegaba a encontrarte. A pesar del gran estruendo que provocó el haberme dado de bruces contra la realidad y de que toda yo quedara reducida a mil pedazos tirados por el suelo, volví a aquella cafetería que tanto nos gustaba, pero ahora el café me amarga, y todos tus recuerdos se burlan de mí desde lo más hondo del vaso. Aunque esta vez yo buscaba un café que me hiciera resucitar del letargo en el que se había convertido mi vida. Empecé a recordarnos, a verte sentando al otro lado de la mesa, tanto te deseé en aquel momento que apareciste, con esa sonrisa que sacabas cuando todo iba jodidamente bien, y así pude confirmarlo, ya tenías a otra a la que regalarle las tardes de domingo y comenzar una nueva vida. Que ya es primavera y aún no me atrevo a decir que lo único que me hace llorar es la alergia, porque no lo es, y yo todavía no soy del todo yo. Pero ya ves, qué le va a importar ésto a un cobarde como tú, si los cobardes nunca vuelven al lugar del crimen. Primavera, -yo- incompleta.

27 de marzo de 2014

Felices 18, Swll.

Es curioso que hace 17 años me estuvieran celebrando mi primer año de vida sobre este lugar al que llamamos mundo, y ahora con los 18 debajo de mi piel, dentro de mi alma, me pregunto muchas cosas que quizá no tengan respuesta, o tal vez todo el mundo las sepa menos yo. Ya me lo decían muchas personas de mi familia, y ya me lo digo yo. Siempre he sido un desastre, pero de los de querer seguir siendo una niña, cosa que el ser desde hoy mayor de edad, no me va a impedir seguir siéndolo, porque sé que en muchas ocasiones soy un trasto, de los grandes, pero hay cosas que no se pueden cambiar. Hoy, 27 de marzo, me dicen que empiezo una nueva etapa, que la disfrute porque a partir de ahora los años volarán. Hoy tal vez, se me hayan quedado muchas felicitaciones por el camino, y han llegado otras que ni me esperaba. Hoy, como cada día que lo he intentado, he querido valorar cada detalle de todas las personas que de verdad me rodean. Tal vez a algunas felicitaciones les faltaba tiempo, otras tendrían prisa y ningunas ganas, y algunas sin embargo, ha sido ese tiempo las que les ha hecho desgastarse. Pero no me quejo por no haber sido la persona con más felicitaciones del mundo, hoy no me quejo de nada. Hoy sólo doy las gracias, como cada año, y día tras día a las personas que consiguen que llegue sin preocupaciones, que llegue con las heridas bien curadas, sin que escuezan, al año siguiente. Son esas personas que, aunque suene muy típico y sea tan tópico, todo el mundo quiere tener en su vida, pero que sólo las tengo yo, son ese tipo de personas que te hacen el camino más fácil, que te quitan algunas piedras, y te dejan otras a propósito para que te hagas un poco más fuerte y sepas valerte por ti misma. Pero dejan las piedras pequeñas, las piedras de mis arrebatos, las que explican el por qué soy tan cabezona y dejan que me haga un poco de daño con algún que otro muro, pero que antes de caer, ya están poniéndome una cama llena de algodones, cojines, y muelles, para salir de ahí cada vez con más fuerza. Hoy ya tengo los 18, desde hoy me acompaña otro año, otros 365 días llenos de cosas buenas y malas supongo, pero que espero no desaprovechar ni un sólo minuto, que cada año intento pisar con más fuerza, y aunque a veces las cosas no salen como quiero, nunca me he desanimado, porque todo el motor que me empuja, no ha fallado en ningún momento, y ninguna pieza se ha caído y/o estropeado. Felices dieciocho a mí misma, pequeña, para que intentes quererte aún más y un poquito mejor de como lo llevas haciendo hasta ahora.

25 de enero de 2014

La felicidad era una forma de vida y no un estado pasajero.

Cómo echo de menos aquella época en la que el dolor era una herida en la rodilla, la mentira una inocente verdad a medias, los secretos la prueba más fiel de amistad y los problemas sólo eran cuestiones matemáticas. Aquella época en la que las carreras se contaban en metros o en segundos y no en créditos, cuando un amigo era un hermano y un hermano un enemigo, cuando las tardes consistían en jugar, merendar y jugar, cuando el chocolate era el tesoro más preciado que podías conseguir. Cuánto daría por volver a esa época en la que los helados eran más grandes y manchaban más, en la que los adultos eran unas personas raras, que hablaban de cosas raras y se comportaban de forma rara. Aquellos tiempos en los que la felicidad era una forma de vida y no un estado pasajero. Volver a aquella inocente infancia en la que la magia, la ilusión y la fantasía eran lo único real en un mundo pequeño, pero lleno de vida.

19 de enero de 2014

El límite lo marcas tú.

Tengo tantas ideas rondando por la cabeza que no consigo ordenar nada, es como si todos los domingos analizara la semana y viera que todo se me queda cada vez más grande, y que hablar con otras personas sólo te ayuda hasta un cierto punto. Sin más remedio, reconoces que eres tú la que tienes que seguir, ya que todo lo que te rodea ahora mismo, mañana puede que no esté, o tal vez nunca supiste que estuvo. De algún modo u otro, lo único que has hecho estas dos semanas atrás ha sido ver obstáculos, cegarte en no ver nada más que barreras que te impiden llegar a lo que quieres conseguir. Pero si nos ponemos a contradecirnos, puede que en eso consista esto a lo que llamamos vida, en superar ese tipo de barreras, esas cosas malas, y una vez las hayamos superado, poder mirarlas por encima del hombro y escupirles, poder gritar que has vencido y que eres tú la que cada vez te vas haciendo más y más grande. En cierto modo, no podemos depender de nadie, yo no quiero atarme a nadie, no quiero que nadie me haga falta día a día, aunque también es verdad que solos no vamos a ninguna parte, que has de rodearte de lo que mejor te conviene, y yo creo que para continuar este camino, MI camino, aparte de las fuerzas y las ganas que han brotado de algún rincón que daba por perdido en mi cuerpo, tengo el mejor motor del mundo, y son todas y cada una de las poquitas personas que a día de hoy me rodean. Como he dicho antes, me contradigo e intentaré que esta positividad me dure el tiempo suficiente como para poder saber cuál es mi límite.

12 de enero de 2014

Imposible volver a reconstruir(me).

Un domingo más que pasa, un domingo más vacío que quien está lleno de sí mismo, buscando la inspiración aún perdida en algún rincón de mi cabeza. Trato de no mentirme, hacerme la fuerte, pero de nada sirve. Puedo verte 5 veces al día y estar entera, pero si hablo de ti sin que estés presente, siento cómo me hago añicos, y los trocitos cada vez son más y más pequeños. Imposible volver a reconstruir(me). Lo mejor de todo es que no sé ni a quién coño le escribo, ni por qué me duele(s) tanto. El tema del amor nunca ha ido conmigo, pero desde hace un tiempo es lo único que me sale expresar, me hace(s) sentir bien, pero a la misma vez me mata(s), y no, no quiero. Lo que quiero es, como bien dice el maestro Sabina, encontrar un amor a medida, algo que no duela, y que todo el rato esté lleno de caritas sonrientes, de paseos hacia ningún lugar, un amor de esos que te manchan la nariz de helado, que te salpican por la orilla de la playa aunque sea invierno, que te cuide porque estás malita, que se sienta culpable y te regale muchas chuches y te de mimitos, y otras veces que haga el capullo haciendo el mimo, un amor con el que puedas hacerte fotos ridículas, pero que detrás de todo eso retumben todas las risas, y esté todo desordenado; pinturas, ropa, tu vida por ejemplo...un domingo más buscando(te), un domingo más lleno de nada.