Musicota.

7 de abril de 2014

Primavera, qué difícil eres.

Estuvimos discutiendo largo rato, volvía a estar desanimada, y triste, pero nada que no hubiera sentido antes. Agaché la cabeza, rendida, y entonces la primavera ya había llegado, pero no me dio tiempo a protegerme, no me dio tiempo a saber estar sola, otra primavera más. Antes de romperme del todo, recuerdo aquella noche de verano; terminamos de hacer el amor y él comenzó a vestirse de espaldas a mí. Yo aún mantenía la esperanza de que el amor volviera a inundarnos como minutos atrás lo había hecho. Pero no lo hizo, y una parte de mí ya sabía que no lo volvería a hacer. Se marchó tras haberme dado el último beso, el que nunca quise que llegara; aquel beso gélido, muerto, ése que anunciaba que ya no éramos.
Ahora ya han pasado ocho meses, las noches siguen siendo largas, pero no me da tiempo a dormir. Ya no hay buenas noches, porque ya no me las das, ya no las hacemos. Porque éramos uno, pero nunca lo entendiste. Y, precisamente, fue el brillo de tus ojos el que hizo apagarme lentamente. Yo, que nunca me rindo, bueno, que nunca me rendía si quería conseguir algo por lo que seguir viviendo. Ajena a todas las advertencias, golpes y heridas, yo seguía con la intención de verte a cada momento, y te hablaba, quedábamos, pero nunca llegaba a encontrarte. A pesar del gran estruendo que provocó el haberme dado de bruces contra la realidad y de que toda yo quedara reducida a mil pedazos tirados por el suelo, volví a aquella cafetería que tanto nos gustaba, pero ahora el café me amarga, y todos tus recuerdos se burlan de mí desde lo más hondo del vaso. Aunque esta vez yo buscaba un café que me hiciera resucitar del letargo en el que se había convertido mi vida. Empecé a recordarnos, a verte sentando al otro lado de la mesa, tanto te deseé en aquel momento que apareciste, con esa sonrisa que sacabas cuando todo iba jodidamente bien, y así pude confirmarlo, ya tenías a otra a la que regalarle las tardes de domingo y comenzar una nueva vida. Que ya es primavera y aún no me atrevo a decir que lo único que me hace llorar es la alergia, porque no lo es, y yo todavía no soy del todo yo. Pero ya ves, qué le va a importar ésto a un cobarde como tú, si los cobardes nunca vuelven al lugar del crimen. Primavera, -yo- incompleta.